La fotografía de difuntos fue una práctica que nació poco después que la fotografía (un 19 de agosto de 1839) en París, Francia, que luego se extiende rápidamente hacia otros países.

La práctica consistía en vestir el cadáver de un difunto con sus ropas personales y participarlo de un último retrato grupal, con sus compañeros, familiares, amigos, o retratarlo individualmente.

La fotografía mortuoria no era considerada morbosa, debido a la ideología social de la época del Romanticismo. En dicho período se tenía una visión nostálgica de los temas medievales y se concebía la muerte con un aire mucho más sentimental, llegando algunos a verla como un privilegio.

La fotografía post mortem en el Perú fue una tradición social que se ha perdido con el transcurrir de los años.

Si nos remontamos a la historia del arte, inicialmente el retrato post mortem era el precedente de esta actividad, uno muy conocido sería el de Santa Rosa de Lima fechado poco después de acontecido el suceso (1617) realizado por Angelino Medoro.

El retrato post mortem toma vuelo con la llegada del Daguerrotipo en junio de 1814 cuando el francés Daviette llega a Lima anunciándose como “ artista fotogénico” recién llegado de París, el cual se encargaba de retratar difuntos.