Acebo. Los romanos daban de regalo ramas de acebo durante los festivales de invierno, para la buena suerte. En la Edad Media, se usaba sembrarlo en los alféizares de las ventanas, con la creencia de que servía para ahuyentar a las brujas. Al parecer, las brujas sentían más repulsión por el acebo que por comer niños flacos.

Hiedra. La hiedra estaba dedicada a Baco, el dios romano del vino, y desde los tiempos de la Pax Romana se colgaba una hiedra en la puerta de las tabernas y las posadas para indicar que adentro se vendían bebidas alcohólicas. Si crecía naturalmente en los muros de las casas, se decía que les traía suerte a sus habitantes; por otra parte, si empezaba a marchitarse, la mala fortuna haría su entrada.

Muérdago. Aunque en los tiempos modernos el muérdago se asocia a los besos, para los antiguos druidas era una planta sagrada que debían sembrar con hoces de oro. Nunca la dejaban tocar el suelo. Tal vez por esa razón hoy se la ve siempre colgada. Los druidas colgaban las plantas de muérdago sobre las puertas y en el centro de las habitaciones, a fin de proteger y curar a todo aquel que pasara por ese recinto. El historiador romano Plinio anota que el nombre que daban los druidas a esta planta significaba “sanalotodo”.

Cómo usar estas plantas de Navidad

Para tener suerte, lleva a casa hiedra y acebo, pero sólo desde Nochebuena hasta el cinco de enero (un día antes de Reyes), para evitar que la buena suerte se convierta en mala.

El muérdago lo puedes tener todo el año, y reemplazarlo por un ramito nuevo en Nochebuena. El muérdago sólo se debe cortar en la época de Navidad.

Cuelga el muérdago en la zona de la casa donde haya mayor flujo de personas, para que la suerte favorezca a todos los que pasen por debajo de la planta. Los besos son opcionales.

Fuente: Consultorio Esotérico.