La historia nos sitúa en París de 1957, el joven periodista Gabriel García Márquez llevaba 2 días sin probar bocado, debido a que el diario colombiano El Espectador había sido cerrado por Gustavo Rojas Pinilla, y por tal motivo ya no le enviaban el pago por sus columnas. A Gabo no le quedó otra que pedir limosna.

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Eran días de lluvia en la ciudad luz, y aún el joven periodista colombiano llevaba una sonrisa por su encuentro casual con Ernest Hemingway por el Boulevard Saint Michel el día anterior, pero el hambre ya hacía truenos en su estómago, así que se paró en la puerta del metro e intentó explicarle al primero que pasó algo así como: “No soy mendigo, soy un periodista colombiano que….”. El tipo, algo apurado, no lo dejó terminar, y de mala manera le arrojó unas monedas al pecho y le dijo: “Allez a la merde”.

Algunas monedas rodaron hacia una alcantarilla. ‘Gabo’ se agachó y las recuperó ágilmente. ¡Ey!, ahí estaban un café y un pan, que aromatizarían su melancolía por su Colombia y apaciguarían en algo el hambre que lo devoraba. Pero, ¿se imaginan qué diría décadas más tarde aquel hombre que le arrojó las monedas, al enterarse que aquel joven hambriento era Gabriel García Márquez? Quizá inflaría el pecho y diría: “Yo le hice un gran favor a un grande la literatura”, pero la verdad es que lo más preciso sería: “Yo mandé a la mierda a un Premio Nobel”.

Como dice Gabo: “Las cosas no son como son, sino como se recuerdan”