Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, fue el sexto de 14 hermanos y creció en Tepitos, uno de los barrios más antiguos y de condición humilde de la Ciudad de México. Desde pequeño se desempeñó en distintos oficios para apoyar a su familia, como ayudante de zapatero, limpiabotas, mandadero, cartero, taxista, empleado de billar, boxeador y hasta torero. También se enroló como soldado de infantería, pero fue dado de baja al comprobarse que solo tenía 16 años, y no 21 como había declarado.

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Sobre su famoso sobrenombre Cantinflas, se ha dicho mucho, entre algunas de las más conocidas teorías se dice que ‘Cantinflas’ debido a su manera de hablarle al público en el circo, fue sorprendido por el grito de un hombre, que queriendo dar a entender que el joven artista estaba borracho, le gritó: “En la cantina inflas” lo que al ser unido daba como resultado el famoso apodo. Esta teoría la corrobora el ensayista mexicano Carlos Monsiváis de la siguiente manera:

“De acuerdo a una leyenda con la que él está de acuerdo, el joven Mario Moreno, intimidado por el pánico escénico, una vez en la carpa Ofelia olvidó su monólogo original. Comenzó a decir lo primero que le viene a la mente en una completa emancipación de palabras y frases y lo que sale es una brillante incoherencia. Los asistentes lo atacan con la sintaxis y él se da cuenta: el destino ha puesto en sus manos la característica distintiva, el estilo que es la manipulación del caos. Semanas después, se inventa el nombre que marcará la invención. Alguien, molesto por las frases sin sentido grita: «Cuánto inflas» o «en la cantina inflas», la contracción se crea y se convierte en la prueba del bautismo que el personaje necesita.”

Otra teoría dice que este apodo fue creado por el mismo Moreno para ocultar su verdadero nombre de su familia, que no veía con buenos ojos el trabajo de artista. Otra menciona que así fue como se le ocurrió bautizarlo el encargado del circuito de carpas de la Ciudad de México, al ver que el joven no tenía un nombre artístico que sonara rimbombante.

Pero, según su familia, el verdadero origen del sobrenombre se lo llevó el propio artista a la tumba, ya que hasta su lecho de muerte nunca dio declaración alguna al respecto y siempre sonreía ante las historias que se decía sobre el tema.

Solo sabemos, que el nombre “Cantinflas” se creó en el momento perfecto y recayó en quien debía recaer, un hombre que regaló millones de sonrisas y que para quienes lo conocieron, fue tan gran persona como gran artista. Como un vendaval de ocurrencias, nos dejó la última impresa en su lápida, que hoy lamentablemente pocos visitan: “Parece que se ha ido, pero no es cierto”.