Con sólo dos años Sophie Jones hacía lo que acostumbran los niños de su edad: hurgar en todos lados de la casa para descubrir, jugar y probar cosas nuevas. Lo que la pequeña jamás imaginó es que la imprudencia de sus padres terminaría con su vida.

Su madre, adicta a las drogas y desesperada por conseguirla, se preocupaba por vender un sustituto de heroína para solventar su adicción que resultó fatal para su hija. Sophie bebió de su vaso preferido de Tom y Jerry, donde su madre había escondido el brebaje para vender.

Un testigo advirtió que la pequeña comenzó a moverse torpemente y llamó a una ambulancia. Los paramédicos llegaron de inmediato, trataron de revivir a la niña, pero no pudieron. Murió minutos después en el hospital. En la casa, situada en Blackpool, Lancs, en Inglaterra, vivían sus padres, Michelle King y Barry Jones, de 30 y 42 años.

Pero la autopsia mostró la gravedad en que la pequeña Sophie vivía, y los peligros que enfrentaba a diario producto de la desatención y la adicción de sus padres.

En su pelo se encontraron rastros de heroína, cocaína y diazepam, un medicamento que es usado para tratar estados de ansiedad. Los investigadores concluyeron que la niña había estado durante meses expuesta a estas drogas en su entorno familiar.

Los muñecos de Sophie también fueron analizados y en tres de ellos se encontraron restos de cocaína. Tanto King como Jones fueron encerrados el último lunes y sentenciados a ocho años de prisión, como responsables de la muerte de la menor.

Los vecinos están indignados. Creen que las autoridades locales tienen responsabilidad en el final de Sophie por haber permitido que dos adictos conocidos continúen con la crianza de la pequeña víctima. El Estado les pagaba una subvención por estar desempleados.

Fuente: Infobae.com