Después de superar el calvario vivido en Camboya durante cuatro años para conseguir la excarcelación de su hijo Rodolfo Otero, Felicia Farias, de 60 años de edad, regresa sola, desolada y pobre a Perú, luego de confirmarse la pena de 20 años de cárcel.

Tras innumerables visitas de Felicia a despachos de abogacía e interminables esperas ante de las ventanillas de la Justicia, el Tribunal de Apelaciones ratificó el pasado diciembre la condena impuesta a Rodolfo cuando fue declarado culpable de narcotráfico, en 2007.

“Me voy por mis hijas. Aquí ya no puedo hacer nada más. Estoy triste pero mis dos hijas también me necesitan”, declaró Felicia a Efe poco antes de subir al avión para dejar Camboya llevando consigo un equipaje mucho más ligero que el cúmulo de recuerdos agolpados en su memoria.

Antes de decir adiós a Camboya, Felicia visitó la cárcel de Prey Sar, a las afueras de Phnom Penh, donde por última vez pasó por el ritual de sobornos y comisiones, para despedirse de su hijo y darle el que fue el último paquete con ropa, comida y medicinas que pudo comprar en un mercado local gracias a la caridad de buenas personas.

Su hijo, detenido junto a su novia tailandesa después de que apresaran a otro peruano llamado Heder Martel con 300 gramos de cocaína, fue condenado a la máxima pena vigente en Camboya, país cuya legislación no contempla la pena de muerte.