Es como montar en bicicleta, solemos decir cuando queremos referirnos a algo que nunca se olvida. Y en efecto es así. Algunas habilidades, al dejar de practicarlas, entran en un largo sueño, en espera de que llegue la oportunidad de despertar.

Según Mark Hübener, del Instituto Max Plank de Neurobiología, tales habilidades permanecen como recuerdos ocultos, que se recuperan de forma casi instantánea cuando los necesitamos, sin necesidad de llevar a cabo un nuevo aprendizaje desde cero.

Aprendemos gracias a que se forman conexiones (o sinapsis) entre las neuronas. Estas células del cerebro son muy peculiares en muchos aspectos. Entre ellos, su forma, que puede recordar, en una célula típica, a un árbol, con un largo tronco, llamado axón, que acaba en unas cortas prolongaciones a modo de raíces.

Además, tienen una copa llena de ramificaciones, donde se sitúan el cuerpo celular (o soma) y las dendritas (ramas). Estas últimas son esenciales para el aprendizaje. Como ocurre en algunos árboles, las ramas o dendritas, tienen espinas, unas “prolongaciones minúsculas de escasas milésimas de milímetro”.

Cuando aprendemos algo nuevo, se forman espinas dendríticas que conectan distintas neuronas, formando sinapsis. A medida que repetimos lo aprendido esas conexiones aumentan de tamaño, se fortalecen. Cuanto más practicamos una habilidad, más fuertes se hacen. Así consolidamos los recuerdos.

¿Pero qué ocurre cuando dejamos de practicarlas? Pues siguen el camino inverso: “se encogen”, literalmente se hacen más pequeñas. Pero no llegan a desaparecer. Pasan a ser “recuerdos ocultos” que emergen, o despiertan, cuando los necesitamos.

Tan solo hace falta una pequeña puesta a punto, para que vuelvan a funcionar. El cerebro utiliza este método de “ahorro” para que ocupen menos espacio pero estén listas para “despertar” cuando las necesitemos, sin tener que partir de cero.

Fuente: ABC de España