“El poco tiempo que estuvimos ahí (selva peruana), fuera de las horas de filmación, fue muy lindo y muy intenso. Dentro del poco tiempo que estuvimos en la zona de rodaje fue muy emocionante. Me gustaría volver pero ya no para filmar, sino para disfrutar más”, señaló el director argentino.

Consultado por si le gustaría rodar alguna película en otros lugares de nuestro país, Trapero señaló que con gusto lo haría si tuviera un guión adecuado.

El hombre de cine, quien en anteriores ediciones lo hemos tenido en el Festival de Cine de Lima para presentar Leonera y Carancho, señaló que le hubiera gustado empaparse mucho más del cine pero, pero lamentablemente, es muy difícil acceder al cine latinoamericano en el propio Latinoamérica.

“Para mí es un privilegio presentar en Perú mi película. Siempre he tenido que ver cine peruano en festivales de Europa porque allá (Argentina) no llegan mucho. Me gustaría ver más cine peruano, pero este año no ha habido mucho difusión del cine peruano en Argentina y tampoco he viajado a Europa para algún festival”, explicó.

Pablo Trapero indicó que, por su parte, ha tratado de apoyar a cineastas latinoamericanos para que sus cintas sean difundidas en Argentina y, a la vez, sus cintas puedan ser vistas en otros países, pero “no es suficiente”. “Los cineastas deberían unirse para crear fondos u organizaciones”, apuntó.

“Es por ello que la gente prefiere bajar por internet o comprar cintas piratas”, resaltó el joven, quien indicó que el público necesita mayor interacción con el cine latinoamericano para que este arte tenga mayor repercusión y valoración, “si no lo hacemos nosotros, nadie lo va hacer por nosotros”.

El director de cine llegó a Lima con su novia y actriz Martina Gusman, también integrante del elenco de Elefante Blanco. Jerémie Renier y Ricardo Darín también destacan en esta producción.

Elefante Blanco narra la historia de amistad de dos curas, Julián y Nicolás, que tras sobrevivir un intento de asesinato por parte del ejército durante su trabajo en Centroamérica, se asientan en una barriada en Buenos Aires para desarrollar su apostolado y labor social. Allí conocen a Luciana, con quien luchará codo a codo contra la corrupción, mal endémico de la zona.