Ya había visitado dos veces Latinoamérica –visita inmortalizada en el DVD del tour ‘Oye Esteban’- y en esta tercera gira hubiera sido imperdonable que no se dé un salto por nuestro país. “Me siento muy afortunado de tocar en Perú”, nos dijo a manera de excusa, pero la verdad absoluta era que los afortunados fuimos nosotros. Steven Patrick Morrissey, el artista de 52 años que le canta a jóvenes que se niegan a crecer, le susurró al oído a ocho mil limeños que lo visitaron en el Jockey Club, la pasada noche del 14 de marzo.

Luego de la presentación de su telonera oficial, Kristeen Young y de mostrarnos videos en pantalla gigante de sus bandas favoritas, entre las que identifiqué a los legendarios New York Dolls, el británico se presentó ante el público que lo aclamaba desde hace décadas.

Directo a la sien, Morrissey abrió con la quinta mejor canción del Siglo XXI para la revista Rolling Stone, “First of the Gang to Die”, aquella pieza del disco ‘You’re the Quarry’ que lanzado en 2004 le mostraba a las nuevas generaciones que tras medio siglo de vida, se puede seguir sonando y cantando bien.

Seguido de un chillante “gracias”, el rockero interpretó “You have killed me”. Lució una camisa azul marino de esferitas blancas y un pantalón jean de lo más informal. Su banda, como sí lo hizo en Argentina, se guardó las playeras de odio contra los príncipes William y Kate para tocar con bóxers de color amarillo. Uno de los guitarrista optó por un vestido azul de señora y una peluca, aunque una hora después el mismo Moz contó que éste reemplazaba a su músico oficial quien se encontraba “en cama y muy enfermo”. ¿Quizás comida indigesta? ¡Peruana no era!

El cantante inglés nos dedicó un par de palabras y continuó su repertorio con “Black cloud”, “When last I spoke to Carol”, “Alma Matters” para dar pase a la primera canción de The Smiths de su show: “Sheila take a bow”, un lujo para los peruanos pues no ha sido tocada desde la separación de su exbanda y la que por segundos pudo cantar un fan a quien Morrissey le cedió el micro.

UN DOMINGO DE MIÉRCOLES

Cuando Morrissey se separó de The Smiths, muchos pensaban que el fanático de James Dean se iría cuesta abajo. Sin embargo, y navegando contracorriente publicó la primera joya de su prolífica discografía: “Viva Hate” de 1988, en la que una canción se volvió single y muchos jóvenes de la época recuerdan con afición: “Everyday like is Sunday” sonó por los altavoces y el mar de palmas no se hizo esperar con un profundo coro del público.

Continuaron en el repertorio “Speedway” (Vauxhall and I), y la sentida “You’re the one for me, Fatty” que nos dejó en claro a los gorditos que también merecemos ser amados. “¿Creen en las Naciones Unidas? ¿Saben lo que ellos hacen?”, expresó para dar pase a “I Will See You In Far-Off Places”. Pegadita, el himno vegano “Meat is murder” (otra joya de The Smiths) fue acompañada de imágenes en un matadero de reses y nos desenfocó las neuronas con su cadente estribillo de distorsiones.

El histrionismo único de Morrissey fue gozado por los fanáticos, quienes no dejaban de gritar cada vez que su artista levantaba el brazo con cada golpe de canción, agitaba el cable del micrófono o simplemente se paraba al borde del escenario para saludar a cuanto suertudo se asome.

“Ouija board, ouija board” y la Smithera “I Know it’s over” se unían a la fiesta al mismo rato que Moz nos seguía llenando de cariño. “He esperado muchos años para venir aquí. Todos son bellos, ¡bellos!, ¡bellos! Es verdad”, dijo con sarcasmo.

Con “Let me kiss you”, Morrissey besó nuestros oídos, pero no contento con ello lanzó su camisa por los aires buscando al primer valiente que se lanzara a la batalla por cogerla. Tras ello salió del escenario con el dorso desnudo para volver ataviado de una elegante camisa celeste.

REBELDE SIN CAUSA

El público, de todas las edades y generaciones, añoraba cada canción de The Smiths que Moz cantaba. Pero una de las que arrancó más de una lágrima fue la trágica “There is a light that never goes out”, en la que el amor desenfrenado nos empujaría a morir si es al lado de quien queremos; se dice que esta canción está inspirada en su héroe de toda la vida, James Dean, en la película “Rebelde sin Causa”. El cantante sujetó una bandera peruana y terminó la canción con ella, entre sus manos.

El británico continuó con “I’m Throwing My Arms Around Paris” y descargó toda la energía Smither en “Please, Please, Please Let me get What I want” y “How soon is now?”, que pusieron a saltar a toda la concurrencia. En esta última, la conexión entre el artista y su público se dio sin problema. No importaba cuántos años hubieran pasado, ésa seguiría siendo la canción que recordaba la adolescencia de muchos.

“SOMOS INCREÍBLES”

Tras breves minutos fuera del escenario, Morrissey volvió a entrar ante la platea pero esta vez con una camisa roja. La misma que utilizó para miles de chilenos en el Festival de Viña del Mar, hace dos semanas.

Luego de hacernos saltar y gritar, el tecladista colombiano Gustavo Manzur que formaba parte de la banda de Moz, se acercó al micro para decirnos en perfecto español lo que Morrissey trató de expresar toda la noche, pero no pudo por el idioma.

“¡Perú, son increíbles! Él (señalando a Morrissey) está muy contento y le dije que este país iba a gritar más que otros países”, expresó Manzur, sin tapujos por su bóxer amarillo. El gesto fue bien recibido con una oda colectiva al inglés. Una vez más, Morrissey se fue del escenario, pero volvió para hacer la reverencia de rigor al público y cerrar la noche con “One Day Goodbye Will Be Farewell”.

Luego de más de una hora y media, Morrissey se despedía del pueblo peruano que tanto lo esperó. Un set list de lujo, muchas canciones de The Smiths, pero por sobre todo el cariño y la conexión con la gente, hicieron de esta noche, una de las más recordadas para el selecto público que hizo un alto de hora y media en sus vidas para oir al cantante. El inglés se nos iba, y con él la ilusión de escuchar algunas canciones que no se incluyeron en el set. En mi caso hubiera querido mover el esqueleto con “I Wan’t the one I can’t have” de Smiths, pero pecaría de exigente. Las luces se encendieron inmediatamente, ni bien saliera Morrissey del escenario como diciéndonos: “El show se acaba aquí”, y un gran número de mortales regresaban a casa, luego de sentir el paso de una leyenda. ¡Hasta la próxima, Moz!

Por: Robinson Reyna

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