Todas las personas, cuando sentimos hambre, hacemos lo posible por saciar esta necesidad, por lo que muchas veces buscamos el primer que tenemos a nuestro alcance para llevárnoslo a la boca.

Sin embargo, muchas veces solemos experimentar un deseo imperioso e impulsivo de continuar comiendo. Por esta razón, es que el nos recomienda que a la hora de alimentarnos tengamos en cuenta las siguientes diferencias:

  • Durante un apetito emocional, el hambre se dispara de repente. Mientras que, en uno físico, la sensación será real.

  • En un apetito emocional, la persona tiene un antojo específico y nada más puede saciarlo. En uno real, el estómago está abierto a lo que le pongan en el plato.

  • Un apetito emocional exige atenderlo en ese preciso instante, en uno real, el estómago puede esperar un poco para ser saciado.

  • El apetito emocional nos dejará comiendo aun cuando estemos satisfechos. En uno real, el estómago nos indicará cuando debemos parar.

  • El apetito emocional suele ocasionar sentido de culpa. En cambio, en uno real, no será así.