A Klinsmann, campeón del mundo en Italia 90’ como jugador y tercero como entrenador en Alemania 2006, se le recriminó que admitiese, en una entrevista con el New York Times, que “no era realista” pensar que Estados Unidos podía ganar el Mundial.

Desde entonces, ha cambiado el discurso. Primero, pidió a Barack Obama que concediese un día festivo para que los aficionados pudiesen ver el partido y, el fin de semana, sugirió a los familiares de sus jugadores, que no saquen el billete de vuelta hasta después del 13 de julio, el día de la final.

Son mensajes del gusto estadounidense, avalados por su supervivencia en el que ellos mismos denominaron “el grupo de la muerte” (con Alemania, Portugal y Ghana) que ha encontrado un seguimiento inusual en un país poco interesado por el fútbol.

Según la FIFA, la audiencia de su partido contra Portugal, superó a las finales de la NBA y muchos encuentros de las series mundiales del béisbol.