La final de México 1986, disputada el 29 de junio en el imponente Estadio Azteca de México capital ante 114.600 espectadores, es quizá una de las más épicas que se recuerdan en la historia de las Copas del Mundo.

José Brown, en el minuto 23, y Jorge Valdano, en el 56, daban una plácida ventaja a los argentinos ante Alemania Occidental, pues entonces aún estaba dividida por el muro de Berlín.

Los germanos, sin embargos, neutralizaron la ventaja en solo siete minutos, entre el 74 y el 81 el capitán Karl-Heinz Rummenigge y el goleador Rudi Voller, respectivamente, pusieron un nudo en la garganta de Argentina.

“Ya éramos campeones del mundo, y ahora hay que volver a empezar”, dijo un conmocionado Valdano a Jorge Burruchaga cuando sacaban del punto central después del último tanto de Voller. “Tranquilo, que ganamos igual”, le respondió Burru.

Un balón dividido, difícil de controlar, llegó al radio de acción de Maradona, que, entre un fuerte marcaje, logró espacio para controlar y pegarla hacia el espacio que había visto en el costado derecho.

Allí estaba Burruchaga, lanzado como una flecha. Recorrió casi 40 metros hasta encarar a Harald Schumacher ante el que cruzó el balón, raso, por su lado derecho.

Ese triunfo por 3-2 supuso la segundo Copa para Argentina después de la de 1978 y fue la coronación del mejor jugador del mundo del momento, Diego Armando Maradona, que había sido crucial durante todo el torneo.

EFE