La selección peruana ha tenido varias remontadas memorables. Entre ellas, muchos han evocado el fantástico Perú vs. Uruguay de 1997 en que el Estadio Nacional desbordó de pasión cuando la ‘blanquirroja’, después de ir atrás en el marcador, logró remontar con suspenso e imponerse finalmente por 2 a 1 ante un durísimo equipo charrúa. De igual manera, quedaron grabadas en la memoria las estampas de aquella noche de eliminatoria del año 2003 en que, de la mano de Solano, Mendoza, Soto y Farfán, Perú dio la vuelta al marcador y arrasó por 4 a 1 al temible Paraguay.

Sin embargo, hay un partido en la historia de nuestra selección que ha quedado, por los hechos que lo rodearon, como un auténtico emblema de pundonor y sacrificio. Uno de esos momentos en que el sentimiento de peruanidad nos cala hasta los huesos. Seguro ya muchos podrán adivinar de qué momento estamos hablando. Sí, de esa tarde memorable de 1970 en que la selección peruana, conformada quizá por la mejor oncena de toda su historia –Rubiños, Campos, La Torre, Chumpitaz, Fuentes, Mifflin, Challe, Baylón, León, Cubillas y Gallardo (Sotil entraría luego)-, se sobrepuso al terrible golpe anímico que había recibido dos días antes por la noticia del infausto terremoto que se cobró la vida de 100 mil personas en Ancash, y se impuso a la selección de Bulgaria luego de ir perdiendo por 2 a 0 en el marcador.

Fue un 2 de junio de 1970 en la cancha del Estadio León de Guanajuato, México. Sobre la cancha mexicana había un equipo peruano con la camiseta roja como un corazón de la cual pendían crespones negros. Si bien empezaron estando en desventaja hasta por 2 a 0, el orgullo, amor propio y la vergüenza deportiva, afloraron en los pechos de esos 11 hombres vestidos de rojo para revertir una historia donde la suerte parecía estar echada.

El ‘Jet’ Alberto Gallardo primero a través de un potente remate esquinado; el ‘Capitán de América’, Héctor Chumpitaz después; y finalmente ‘El Nene’ Teófilo Cubillas, alegraron con sus goles a los millones de peruanos. Desde entonces, la camiseta roja peruana se convirtió en emblema de garra y orgullo, de ansias por cambiar la historia, tal y como sucede hoy. Porque este 2011 la selección empieza una nueva historia de la mano de Umbro que, honrando la memoria de esta jornada épica, entrega a la afición nuevamente la camiseta alterna roja-pasión. Es pasión por el fútbol, por la belleza de un juego que une a todos los peruanos en un lienzo rojo y blanco.

Miriam Zeldad – Atik Consultores