Fetsund | Una a una, la jubilada coloca sus botellas vacías en la boca abierta de una máquina situada en la entrada de un supermercado en las afueras de Oslo. Gracias a un sistema de depósito bien estructurado, Noruega encontró una respuesta a la epidemia de plástico.
“Hay que deshacerse de ellas y mejor hacerlo de una manera inteligente”, explica la mujer, de unos 70 años, al mismo tiempo que retira de la máquina un billete con un código de barras por un monto de unas treinta coronas (3 euros) por las botellas que depositó.
Ese bono puede cambiarlo por dinero en efectivo o utilizarlo para pagar las compras.
Con una tasa de reciclado de aproximadamente 97% del total de botellas plásticas, Noruega supera con diez años de antelación el objetivo fijado por la Unión Europea, a saber, una tasa de recolecta de 90% en 2029.
Este sistema, clave del éxito en el país nórdico, consiste en hacer pagar al consumidor unos céntimos suplementarios por la compra de una bebida embotellada, un coste suplementario que se le reembolsa cuando devuelve el envase vacío.
“De hecho, los consumidores compran el producto, pero toman prestado su embalaje”, explica Kjell Olav Maldum, director de Infinitum, empresa creada por los productores y distribuidores para gestionar la consigna.
El concepto entró tanto en las costumbres que la lengua noruega creó un verbo – Å Pante – (se pronuncia – O panteu -) para referirse a la acción de depositar algo en una consigna.
Además, las máquinas dan a los consumidores la opción de reinvertir la suma que se les debe en una lotería que financie una buena causa.
En 2018 se devolvieron más de 1.100 millones de botellas de plástico y latas de aluminio a las máquinas desplegadas en los supermercados o por encima del mostrador en las gasolineras y otros pequeños puntos de venta.
En Fetsund, a unos 30 kilómetros al noreste de Oslo, grandes camiones vierten miles de frascos vacíos en el principal centro de tratamiento de Infinitum.
Las botellas de agua, de jugos de frutas y de gaseosas se clasifican, se compactan y se ponen en galpones, formando enormes cubos multicolores e insolubles que tendrán una segunda vida después del reciclaje, y luego una tercera, una cuarta…
Cada nueva botella de plástico en Noruega contiene aproximadamente un 10% de material reciclado. Una proporción que el país nórdico quiere aumentar con un proyecto de impuesto decreciente que fomente la utilización de plástico reciclado.
Desperdicios valorizados
“Si pones las botellas en una máquina, entran en un ciclo positivo”, afirma Harald Henriksen, alto responsable de Tomra, líder mundial de las máquinas de reciclaje. “Se pueden reutilizar para fabricar botellas nuevas”, afirma.
En este modelo de economía circular, lo que en otras partes se considera basura se convierte en un recurso. Se le asigna un valor y se alienta su recogida y reciclaje.
La idea tiene muchos seguidores. “Por ejemplo Lituania, que poseía una tasa de recogida del 34% antes de que se implantara un sistema de depósito y, dos años más tarde, aumentó al 92%”, destaca Henriksen.
Según Zero Waste Europe, la consigna es “la única manera” de respetar la hoja de ruta trazada por la UE, pero la oenegé medioambiental aboga por un sistema “mixto” que incluya también las botellas de vidrio para su reutilización, así como la extensión del principio a otros tipos de envases plásticos.
Según WWF, cada minuto se vierten 15 toneladas de plástico en los océanos.
Sin negar la necesidad de librar al mundo de este flagelo, los profesionales noruegos consideran que este material – ligero, práctico y barato – sigue teniendo un brillante futuro.
“¿El problema reside en el propio plástico o en la forma en que nosotros, los consumidores, actuamos?” se pregunta Maldum.
Fuente: AFP