No sabemos por qué, pero tanto como queremos encontrar alguien a quién amar, también queremos evitar sentirnos enamorados. El amor nos da terror porque, de alguna manera, sabemos que puede cambiarnos para siempre.

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Enamorarnos significa volvernos vulnerables, abrirnos de nuevo, volver a confíar en otra persona al punto de convertirlo en nuestra prioridad. Por eso, muchas personas utilizan mecanismos de defensa, para evitar sentir amor e involucrarse mucho con otra persona.

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Sin embargo, estos mecanismos nos ofrecen una falsa ilusión de seguridad, y nos impiden alcanzar esa cercanía que tanto deseamos. Entonces, ¿qué nos impulsa a temer la intimidad?

1. El verdadero amor nos hace sentir vulnerables

Una nueva relación es un territorio desconocido, y la mayoría de nosotros tenemos temores naturales hacia lo que no es familiar. Enamorarnos significa que existe un riesgo real. Estamos confiando enormemente en otra persona, permitiendo que ella tenga un efecto sobre nosotros, lo que nos hace sentir expuestos y vulnerables. Nuestras defensas centrales son desafiadas. Cualquier hábito que hayamos tenido durante mucho tiempo y que nos permitiera sentirnos centrados y contenidos es dejado de lado. Tendemos a creer que cuanto más nos importa alguien, más podemos salir lastimados.

2. El nuevo amor remueve las heridas del pasado

Cuando empezamos una relación, rara vez somos completamente conscientes de la forma en que hemos sido impactados por nuestra historia. La manera en que fuimos heridos en relaciones anteriores, desde nuestra infancia, tiene una fuerte influencia en la forma en que percibimos a las personas a quienes nos acercamos, así como también en la forma en que actuamos en nuestras relaciones románticas. Una antigua dinámica negativa puede hacernos desconfiar de los demás, por lo que será más difícil que nos abramos a alguien nuevo.

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3. Con la verdadera alegría viene también el dolor

Cada vez que experimentamos plenamente la verdadera alegría o sentimos el valor de la vida en un nivel emocional, es posible que además experimentemos una gran cantidad de tristeza. Muchos de nosotros rehuimos de las cosas que nos harían más felices, porque también nos hacen sentir dolor. Y lo contrario también ocurre. No podemos adormecernos selectivamente para no sentir tristeza, sin adormecernos también a la alegría. Cuando se trata de enamorarse, es posible que no te atrevas a entregarte por completo por miedo a despertar la tristeza en tu interior.

4. El amor es a menudo desigual

Mucha gente que expresa dudas frente a involucrarse con alguien, explica que es porque ellos “le gustan demasiado” a la otra persona. Les preocupa que si se involucran con aquella persona, sus propios sentimientos no evolucionarán, y terminarán hiriendo a la otra persona. La verdad es que el amor es a menudo un desequilibrio, una persona siente más o menos en distintos momentos. Nuestros sentimientos hacia alguien son una fuerza en constante cambio. En cuestión de segundos, podemos sentir ira, irritación o incluso odiar a una persona que amamos. Preocuparse sobre cómo nos sentiremos nos impide ver a dónde nuestros sentimientos, naturalmente, van. Es mejor estar abiertos a cómo nuestros sentimientos se desarrollan con el tiempo.

5. El amor despierta temores existenciales

Cuanto más tenemos, más podemos perder. Cuanto más significa una persona para nosotros, más miedo nos da perderla. Cuando nos enamoramos, nos enfrentamos no sólo al miedo de perder a nuestra pareja, además nos volvemos más conscientes de nuestra propia mortalidad. Nuestra vida ahora tiene más valor y significado, por lo que la idea de perderla se vuelve más aterradora. En un intento por cubrir este temor, es posible que nos centremos en las preocupaciones más superficiales, tal vez comencemos una pelea con nuestra pareja o, en casos extremos, renunciemos por completo a la relación.

La mayoría de las relaciones hacen aparecer una avalancha de desafíos. Conocer nuestros temores hacia la intimidad y la forma en que influyen en nuestro comportamiento es un paso importante para tener una relación satisfactoria a largo plazo.