Dicen que son entrometidas, celosas, manipuladoras, desubicadas y hasta se las tilda de “brujas” y blanco de innumerables chistes, como aquel que dice que el diablo creó a las suegras porque no podía estar en todas partes. Pero lo cierto es que más allá de mitos y bromas también hay nueras que las consideran una segunda madre e incluso salen juntas de compras, comparten charlas o planifican viajes.

Es que las suegras sobreprotectoras que tratan al hijo como un bebé aún siendo bastante grandecito son sin duda las más irritantes. Si en verdad la chica está enamorada del varón no le quedará otra que aguantarse las miradas de reojo de su suegra en los almuerzos familiares. Al fin y al cabo, el amor lo puede todo, dicen.

La prueba de fuego para la relación llega por lo general cuando la pareja se casa y tiene hijos. Ahí es cuando salen a la luz los mayores conflictos de poder entre nueras y suegras. Se genera una suerte de pulseada para ver quién cuida o trata mejor a los niños.

Cada familia, por ejemplo, tiene pautas culturales diferentes. El problema es que la suegra cree que su forma de educar o el modelo que le transmitieron a ella es el mejor y cuando esos patrones se enfrentan con los que trae el cónyuge del hijo, hay lío que debe manejarse.

Tres claves para tratar de vivir en paz:

1.- Cuando hay problemas con la suegra, el hijo-marido no debe hacer de intermediario. Deben formar una relación directa, aunque no sea del todo fluida.

2.- Una buena política es que el hijo tenga un espacio de encuentro con su madre sin la nuera. De esta manera, se calma la ansiedad de la suegra.

3.- Para solucionar los problemas es recomendable que los dos miembros de la pareja conversen con la suegra/madre.